Otoño en el río (Montejo de la Sierra, Madrid)
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
(…)
Juan Ramón Jiménez
Fueron varios días de aquel incipiente otoño los que pasé observando el paisaje en profundo silencio durante largo tiempo. Días que viví, porque así necesitaba hacerlo, dejándome llevar y escuchando atentamente todo aquello que el lugar quisiera decirme. . Así, después de algunas jornadas e interminables horas en estado contemplativo, sentado sobre hojas secas, llenas de color y mil matices distintos, fui interiorizando el rumor del rio preñado de armoniosos sonidos. Poco a poco se fueron conformando en mi mente imágenes, ritmos, olores, sensaciones todas ellas que me impregnan y de las que me alimento cuando luego, en la soledad del mi estudio, me enfrento a una nueva obra aun por comenzar.
Y es ahí, justo en ese momento, cuando permito que fluyan la emociones vividas, cuando se establece dentro de mí un dialogo interior, una búsqueda que me permite expresar todo cuanto sentí y viví durante el tiempo que pasé inmerso en la naturaleza que siempre constituye mi motor y la obra se define y va tomando forma frente a la tabla que espera los primeros trazos. Es la parte del proceso en la que invierto más tiempo y a la que aplico el máximo rigor. Una vez que lo sé, una vez que todo toma forma los pinceles y mis manos hacen el resto e inician el recorrido. Todo es entonces mucho más fácil y tan sólo cuestión de tiempo.
Pedro Roldán
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