Mañana de Abril (Córdoba)
Al tramontar del sol, la ninfa mía
Al tramontar del sol, la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.
Ondeábale el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día
Luis de Góngora
A veces la naturaleza en su forma más simple de expresión, las flores más sencillas, crean paisajes tan hermosos que la mirada humana no puede dejar de conmoverse ante tan hermoso espectáculo. Nos empeñamos a veces en buscar la felicidad en lugares remotos, en otros mares, en montañas más escapadas, olvidando lo que nos es más próximo. Lo cotidiano se vuelve así invisible, por conocido, por mal mirado, por no dedicarle ni un segundo.
Me resguardé de una furiosa tormenta en la sierra de Córdoba, un día de primavera nítido, esplendoroso y vibrante que inundaba todos los sentidos. La tempestad siguió su viaje y la luz iluminó de nuevo los campos, bañándolo todo de tanto color que parecía obra en manos de un alquimista o un mago. El día cambió su cara del plomo grisáceo que amenazaba de tristeza al mundo a un dorado brillante. De repente asomaron colores en mil tonos diferentes sublimando los rojos etéreos, más si cabe, por las gotas de lluvia que se deslizaban entre ellos. Solo cabía mirar y dejar que surgieran nuevos matices a su libre albedrío y que el mundo explosionara desde el centro de la tierra a nuestros pies. Un día de mayo, un día cualquiera.
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